
Estaba ahí… perdida, perdida en sus palabras, sus expresiones, su sonrisa, su voz, sus ojos. Mirarlo fijamente, pasar tiempo junto a él era incluso mejor que soñar el mejor sueño… pero estaba despierta… despierta, perdida y soñando.
La plenitud que sentía se desprendía de su corazón, bombeando junto con su sangre, irrigaba todo su cuerpo y desbordaba. No podía alejarse, y cada vez que lo hacía, pensaba en él y sentía ese cosquilleo que comenzaba en su pecho y se dirigía hacia todas partes.
Pero, lamentablemente, a veces la realidad existente es mucho más dura que la realidad soñada en la que ella se encontraba. Lo supo, lo sabe… decir que él era inalcanzable e imposible era incluso ser amable consigo misma.
Transformó su vida, por completo. A veces (¿o debería decir siempre?), cuando él está presente en su memoria, en su corazón, recuerda todos los acontecimientos que los llevaron a conocerse y a lo cómico que es pensar que hace un tiempo ninguno tenía idea de la vida del otro.
Sabe que es algo más, sabe que no va a terminar ahí, aunque quizás suceda porque ELLA no quiere que termine… pese a que él nunca vio un comienzo.
A veces, en silencio, le agradece. Le agradece haber descubierto el verdadero y puro amor, le agradece la verdadera compañía, la presencia perceptible hasta en los momentos más oscuros, los momentos de alegría y plenitud e incluso los más tristes.
Llegaste, no sé cómo. No quiero que te vayas, nunca. Quiero empezar, necesito que vos también veas el comienzo. Es imposible, lo sé. No voy a intentarlo, no es correcto.
Mientras seas feliz, mi alegría y mi corazón te acompañan y te van a acompañar, siempre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario