Así como las estaciones, la gente cambia. Lo más sorprendente es que uno no puede anticiparse a esos cambios y menos intentar saber de qué se van a tratar, cómo van a ser, evaluar si son para bien, para mal, para peor…
En minutos una conversación se transforma en un suplicio. En otros minutos más una muestra de amor nos arregla la existencia por esos minutos restantes en los cuales la situación nuevamente vuelve a cambiar.
A veces ya no entiendo si es mi susceptibilidad o mi capacidad receptiva o si las personas son cada vez más diferentes y cambiantes… o tal vez ambas opciones.
“Sólo sé que no sé nada” y creo que fuimos normales un tiempo atrás...
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